(Luz Marina Vergara)
Es septiembre y buscan la tibieza del mediodía en el Parque Ecuador para descansar.
Ella lee con su bastón la ruta hacia el banco y se queda quieta para recibir en sus muertos ojos el sol. Ni siquiera se atreve a suspirar para no perturbar el aleteo del amor.
Él le pide que pruebe el pan que está en la bolsa de papel y, aunque apenas puede tragar su propia saliva, lo busca con sus dedos.
Su corazón se paraliza al sentir la suave humedad de unos pétalos.
«Es un clavel», le explica el enamorado, «es un clavel rojo para ti».
Entrevista
(Luz Marina Vergara)
¿Cómo le explico, señorita? Desde hace como dos meses que lo vengo encontrando raro, y no me hace juicio, sale a la hora que quiere y no me avisa.
Hasta le compré de esos teléfonos que no usan botones, pero lo volvió a perder.
A veces su silencio es tan espeso que lo podría agarrar con mis manos para meterlo en el tambor que tengo en el patio.
¿Y qué le voy a hacer? Cuando me lo dejó mi vecina tenía como seis años nomás, y puro llorar este chiquillo. La última vez que ella lo llamó fue para su cumpleaños pasado, pero quedó peor.
Yo ya no sé qué hacer con él, señorita. Y usted qué cree, ¿irá a repetir de nuevo el octavo?
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